"Hasta la iluminación", un documental sobre yoga

Me gustaría comentar y recomendar este documental que vi el otro día gracias a Internet: “Enlighten Up” escrita y dirigida por Kate Churchill. Un documental de poco más de 1,20 h. sobre yoga.

A través de la mirada de un principiante, un joven periodista americano de 28 años que prueba diversos estilos y gurús en un recorrido que va desde Norteamérica a la India, vemos un amplio abanico de formas de practicar yoga.


No sabemos muy bien lo que es, quizá una técnica para estar bien y ligar mejor, o una filosofía, o un entrenamiento del cuerpo, o una espiritualidad que se está reinventando de nuevo desde hace nada más que 100 años, desde finales del siglo XIX, y que ahora parece eclosionar, como manifiesta lúcidamente Joseph Alter, profesor de la Universidad de Pittsburgh.

Este ágil y entretenido recorrido por el yoga de nuestro tiempo visto en la mirada limpia y aparentemente libre de un principiante como es Nick, el protagonista, nos lleva desde los centros de Nueva York a los asrham de la India, con los grandes yoguis de nuestro tiempo, Pattabhi Jois, Iyengar o Swamiji, menos conocido este último en Occidente porque practica bakthi yoga, yoga devocional, sin arraigo entre nosotros.

Bakthi yoga, Kirtan yoga, Ashtanga yoga, Bikram yoga, yoga Iyengar…, vamos pasando por muchas e importantes prácticas de yoga en busca de algo que quiere averiguar el joven periodista: cual es la aportación del yoga a la felicidad. ¿Es una aportación basada en el entrenamiento físico o en la espiritualidad? Como un buen y honesto periodista occidental quiere hechos, conceptos claros, actividad concreta, y no respuestas evanescentes o imágenes vagas de beatitud. Aunque ese mundo le atrae de una manera enigmática. Podemos comprenderlo.

Al principio del documental, en la presentación del personaje, entendemos sus dudas y la dicotomía de su mundo. Sus padres, divorciados cuando él tenía dos años, son muy diferentes: el padre, un hombre elegantemente vestido, seguro de sí, riguroso y preciso, con un espacio vital alrededor amplio y que quiere despejado, está acostumbrado a bregar con los hechos porque es un abogado criminalista y en su trabajo los hechos son fundamentales para condenar o absolver a un acusado.

Luego Nick define a a su madre como una chamán sanadora, con ciertas dudas, como si no estuviera muy seguro, y vemos a una mujer amable, con un vestido largo, vagamente hippy. Dos escenas preciosas nos muestran muy claramente la disyuntiva de Nick. En una apenas se atreve a tocarle levemente la pierna a su padre mientras éste se ajusta la corbata; en la otra escena se abraza largamente dando protección a su madre que cierra los ojos y no se suelta. Un abrazo intenso, casi exagerado, un abrazo que es todo una expresión emocional y de descarga.

Nick busca los hechos del yoga y también con el rabillo del ojo el sutil lenguaje espiritual que emana como una fragancia de su práctica. Así recorremos, a través de escenas y cortas entrevistas, afirmaciones, hechos, y algunas sutilezas difícilmente comprensibles con el lenguaje de los hechos. 

Recorremos con Nick todo este mundo durante unos cortos 82 minutos, y a cada uno le impresionará o le convencerá una cosa. A mi me impresiona especialmente Pattabhi Jois con su mirada intensa, la tranquilidad suprema de sus movimientos, lleno de oros, diciendo con afabilidad y al mismo tiempo majestad que en el yoga son importantes la práctica física y la espiritual, y que yoga es “chitta vritti nirodha”, la eliminación de las fluctuaciones mentales.

Me impresiona también el carácter arisco y difícil, lleno de fuerza y determinación, de Iyengar, y la viveza y la dulzura en los ojos de Swamiji cuando habla de que el yoga trata sobre todo de hacer emerger lo que somos cada uno, nuestra conciencia amplia y al mismo tiempo única, ser el que se es, desvelándonos de nuestros problemas, crisis y heridas.

Pero quizá lo más impresionante del documental es el juego de preguntas y respuestas que se establece entre la mente de principiante de Nick, pura, investigadora, tan asertiva y también tan dispuesta a vibrar y a aprender, sin dioses ni prejuicios paralizantes, y las respuestas más o menos esclarecedoras, más o menos bellas o inspiradoras o intimidatorias, de las personas de experiencia. Ese baile de la vida, del aprendizaje, de la práctica y de la búsqueda que todos llevamos a cabo.

No os entretengo más. Vedlo y luego decidme: ¿Qué es lo que más os impresiona a vosotros/as?

No es fácil convertirse en un yogui

Llegar a ser un yogui no parece tarea fácil. Exige determinación, voluntad, fe en la verdad profunda del yoga y una práctica constante cuya mayor dificultad estriba en que se opone a nuestros poderosos deseos de comodidad, placer, poder o necesidad de admiración.

No se trata de hacer unas cuantas asanas dos veces en semana, ni respirar con respiración de fuego diez minutos al mes. Eso es practicar alguna clase de yoga, en el mejor de los casos. Y tan solo nos vestimos de yoguis cuando leemos de vez en cuando un libro sobre como aumentar nuestra conciencia siendo más cuidadosos y responsables en nuestras acciones, o encontrando un rincón íntimo al atardecer para centrarnos en una meditación de 10 minutos. Todo eso ayuda, pero no nos convierte en yoguis.

Ser un yogui o estar en el proceso de llegar a serlo es un plan que implica la vida entera.

Carl Rogers y Ramesh Balsekar en el fondo de una clase de yoga
Los 8 pasos del yoga que Patanjali describe en sus aforismos -seguramente el libro más importante sobre la práctica de yoga y la búsqueda del yogui-, exigen disciplina, esfuerzo continuado y un cambio de vida hasta en los menores detalles que nos invita a estar atentos y vigilantes en nuestra actividad cotidiana.

Afinar los sentidos, decir la verdad -que incluye la verdad que nos debemos decir a nosotros mismos estando atentos a no proyectar sobre los demás lo que es nuestra responsabilidad-, frugalidad en la búsqueda del goce, desprendimiento íntimo y al mismo tiempo intensidad y atención en cada cosa que hacemos son algunos de los pasos que Patanjali declara imprescindibles.

También humildad y, paradójicamente, confianza en uno mismo, búsqueda de la verdad que es búsqueda de nuestra conciencia más íntima, esa que está por detrás de nosotros y que somos nosotros cuando nos hemos desprendido de nosotros. Con este trabalenguas me gustaría expresar la búsqueda de lo Absoluto, de Isvara, de Dios, del Sentido, del Universo, de la Llama que es Vida, como queramos llamarlo.

“Si lo haces -es decir, si no dejas que se te escape en ningún momento el que busca- al final descubrirás que el buscador no es otra cosa que la conciencia en busca de su origen, y que el buscador mismo es a un tiempo la búsqueda y lo buscado, y eso es lo que eres tú", decía Nisargardata, un humilde gran hombre.

Lo relata Balsekar en su libro "El buscador es lo buscado" sobre los últimos días de Nisargadatta.

Cuenta también las últimas enseñanzas de Nisargadatta, con un cáncer de garganta muy doloroso, lo que llevaba con calma, contestando todos los días las preguntas que le quisiesen hacer los discípulos. Llama la atención la sinceridad de lo que decía el maestro y el escándalo que mostraba ante lo poco que habían logrado aprender sus discípulos al oír las preguntas que hacían. Un libro bonito por el cariño de Balsekar por su maestro y la sencillez con la que cuenta los últimos días de éste.

Lo más interesante de la afirmación del texto de Nisargadatta para mí es "descubrirás que el buscador no es otra cosa que la conciencia en busca de su origen". Me interesa porque incide en una cuestión a la que no le he hallado respuesta clara. ¿Por qué si seguimos nuestra manera natural de vivir y nuestros instintos esenciales nos alejamos de la liberación y del sendero de la realización y la espiritualidad? ¿Por qué tiene que ser tan costosa esa senda? ¿Es que hay algo equivocado en nosotros desde el nacimiento? ¿Hay que creerse el pecado original y la expulsión del paraíso para poder explicar por qué el ser humano tiene que torcer y violentar sus instintos y forma de vivir, sentir y pensar naturales para encontrar la felicidad y la realización?

Solo encuentro explicación si pienso que no es que sea un castigo por haber sido expulsados del paraíso, ni que invariablemente todos al nacer, o por el mero hecho de nacer, cogemos el camino equivocado. Sino que, como dice Rogers, el gran psicólogo humanista, vivir es el proceso de convertirse en persona.

Esto exige un trabajo, un esfuerzo y toda la vida. Quizá llegar a ser un yogui no es más que un proceso de convertirse en persona. Una gran tarea.

Yoga para atletas y para discapacitados.

El otro día me llegó a mi correo electrónico un mensaje que me ofrecía la posibilidad de ver unos videos sobre yoga al estilo de Iyengar que había grabado un profesor de yoga que trabaja en Canarias y que desea llegar, en este caso como profesor virtual, a cuanta más gente mejor. Estos videos son una introducción y un ejemplo de la serie completa --que no conozco, ni quiero que se pueda pensar que pretendo promocionar— que tienen ya un coste dinerario.

El estilo Iyengar que José Antonio Cao enseña en estos vídeos bien realizados, con claridad y precisión, y al mismo tiempo con una expresión corporal muy concreta explicando los asanas y una fluidez verbal notable, está concebido para atletas, lo que el mismo José Antonio es, clarísimamente.

Gente joven, en buen estado de forma o susceptible de estarlo a través del entrenamiento, por falta de problemas o disfuncionalidades que impidan la perfecta realización y alineamiento de la postura, son las personas que mejor pueden aprovechar las cualidades de este estilo de yoga.

Este yoga preciso, estricto, enérgico, rotundo y perfeccionista, prioriza una severa y exigente ejecución del asana para llegar al fortalecimiento de la voluntad, a la integración mente, cuerpo y espíritu, y a la atención mental que desarrolla y focaliza la mente, lo que constituyen los objetivos básicos de todo estilo de yoga.

Una de las cualidades que más aprecio del método Iyengar es no solo la belleza y la armonía de su ejecución que irradia y termina armonizando a todo el ser, sino la seriedad y la austeridad con que se toma el yoga, en medio de este boom que pretende convertirlo en un entretenimiento y ocultar el esfuerzo y la perseverancia imprescindibles para avanzar en la práctica.

Este tipo de yoga tan beneficioso para atletas entrenados, aunque sean de edad, y jóvenes en forma no es fácil que puedan ejercitarlo personas con problemas físicos, edad avanzada o algún tipo de discapacidad. Yo diría que es imposible, porque subvierte su esencia que es llegar a la perfección en el asana como la piedra angular desde la que se construye el yogui.

Como demostración de que el yoga es grande y dúctil, y que sabe adaptarse a las circunstancias particulares de sus adeptos, también os quiero hoy mostrar dos párrafos de este testimonio emocionante que un discapacitado ha dejado en su blog:

“Los problemas psíquicos o físicos no pueden impedir que se inicie o continúe la práctica de yoga. El yoga es tan personal que todo el mundo lo puede adaptar a su condición ya sea desde una silla, desde alguna limitación de movimiento o psicomotriz. El yoga es mucho más que una práctica física, comporta una actitud de vida, independiente de las condiciones físicas o psíquicas, las técnicas variadas que nos enseña pueden ayudar enormemente a convivir con las dificultades que nos vamos encontrando, las que nos llegan de repente y las que van viniendo de manera gradual y casi imperceptible…”

“Para la práctica física personal de las asanas desde una limitación, sólo hay que aprender a adoptar las posturas posibles, a buscar las variaciones o las alternativas a determinados movimientos que nuestra limitación no nos permite hacer, olvidando cómo debería ser el movimiento y la alineación del asana, sólo estando completamente presentes, utilizando bloques o cualquier ayuda, centrándonos en la respiración y en la coordinación de ésta con la postura y o visualizándola si por motivos puramente mecánicos no nos es posible hacerla y no tenemos ninguna alternativa...”

El yoga nos sirve a todos desde nuestra propia condición. Pide a cada uno según sus posibilidades y entrega a cada uno según sus necesidades porque, al final, yoga es un método de vida, una forma de estar en el mundo, una disciplina que puede abarcar cualquier actividad, cualquier sensación, percepción, emoción y sentimiento.

Yoga es un faro, y proporciona limpieza, serenidad y un sentido vital que incluye, como dice nuestro yogui discapacitado, un cambio de conciencia. También yoga es un método de estar en forma, un ejercicio físico moderado, un momento de tranquilidad y de estar con nosotros mismos. Y puede ser una manera de compartir y participar con otros, una moda, un sudor debilitante, o un procedimiento de realización con abundantes y cada vez más esplendorosas escalas.

El yoga se adapta y cumple necesidades distintas con sencillez y humildad. Aunque el yoga excelso, el que implica a todo el ser, tiene su columna vertebral, flexible sí, ya sea con escoliosis, lordosis o cifosis, pero firme y finalmente vertical hacia el cielo.

Esta Edad Oscura llena de posibilidades

La concepción del tiempo en el hinduismo, cuya columna vertebral es el yoga, es cíclica e infinita. Giramos en redondo para volver al mismo sitio y volver a partir. La vida de cada humanidad comienza en un estado de perfección y progresivamente va decayendo. Por eso el símbolo primigenio y esencial del hinduismo es la rueda.

El hinduismo afirma que actualmente estamos en la Edad Oscura, Kali Yuga:

“Cuando la sociedad alcance un estado en el que la propiedad otorgue un rango, la riqueza se vuelva la única fuente de virtud, la pasión el único vínculo de unión entre los esposos, la falsedad la fuente del éxito en la vida, el sexo el único medio de satisfacción, y cuando las formas exteriores se confundan con la religión interior entonces -dice el Vishnu Purana-, estamos en Kali Yuga".

O sea, no cabe duda: actualmente estamos en Kali Yuga, la Edad Oscura.


Para el hinduismo cada ciclo humano trascurre en 4 fases que van de la mayor perfección a la decadencia inevitable. La fase de mayor perfección es la primera, y también es la más larga. En ella el ser humano se encuentra en un estado de plenitud, consciente de su conocimiento espiritual y su origen divino. Es la fase de Satya Yuga. En la segunda fase, Tetra Yuga, aparecen las enfermedades y el trabajo. En la tercera fase, Dvapara Yuga, mi preferida, quizá por eso tan yóguico de no anhelar nada, ni tan siquiera la perfección, es una fase de equilibrio entre perfección e imperfección, entre la luz y la oscuridad.

Finalmente la cuarta fase es Kali Yuga, donde nos encontramos ahora, la Edad Oscura. Siento decir que esta fase dura 432.000 años según la concepción del tiempo hindú.

Por el contrario, la concepción del tiempo occidental es lineal. La humanidad parte desde un punto cero y marcha hacia el futuro, que se encuentra abierto, impredecible y misterioso, y que puede ser construido por el hombre. Incluso diría más: El ser humano es el único ser capaz de hacerlo porque tiene conciencia y responsabilidad, él puede conducir el futuro y cambiarlo. La moderna teología cristiana habla de Dios y dice que actúa por medio del ser humano, que Dios mueve silenciosamente la historia a través de éste y de su esfuerzo, y que es libre. O sea, para el mundo occidental el futuro es un enigma que se puede construir.

¡Que distinta es la concepción de una y otra civilización! Una de ellas, quizá fruto de su antigüedad, su larga experiencia de conocimiento y su sentido quietista se muestra fatalista y serena, y niega la posibilidad de cambiar la historia y el futuro. La otra, mucho más joven, esperanzada y violenta, puesto que cree en el cambio provocado, nos hace actores y protagonistas de la historia, y nos sitúa en un estado de tensión insoportable. Mientras una es lenta y rítmica, la otra es rápida y cegadora.

En una, la salvación y el cambio solo pueden ser individuales e íntimos porque se trata de recuperar lo primigenio, lo interno, lo que siempre fuimos, y nace el yoga. En la otra se trata de hacer la revolución, de asumir colectivamente la historia, de participar todos en el altar del progreso. Y nace la rebeldía, el desarrollo y el discurso mesiánico y excluyente.

Muchas veces, dada mi mente occidental, me pregunto quién tendrá razón. Ya sé que es una tontería, pero no lo puedo evitar. Otras veces me pregunto que me gustaría más. ¿Hacia donde diría que va este barco de la humanidad y, en función de eso, qué sentido y qué valores escogería para mí? Luego, más sereno, recuerdo a Gandhi, un hombre extraordinario que vivió en medio de estas dos civilizaciones y decía:

“Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo”.

Al mismo tiempo desafiaba a la ignorancia y a los ingleses.

¿Es el yoga solo para mujeres?

Naylín Nuñez la persona responsable de Yoga es +, un buen blog sobre yoga, me pidió una colaboración, y lo hice con este artículo que aquí reproduzco.

Soy un hombre que lleva practicando yoga físico y mental desde hace 29 años. Una rareza. Los primeros 15 años lo hacía en un centro de yoga, uno de los más antiguos de Madrid, dirigido por el Doctor Miguel Fraile. Luego seguí practicándolo en mi casa, cuando conseguí tener un espacio suficiente para poder tumbarme en el suelo.

También practico yoga mental, ejercicios de concentración, visualizaciones alguna vez y meditación Vipassana con regularidad. Terminé enseñándolo en la Asociación de Yoga Cuatro Caminos durante un tiempo.

En todos estos años mis compañeras de clase y mis alumnas han sido en su gran mayoría mujeres. Al principio, cuando llegué al centro de yoga Asanga me sentía extraño en medio de la sala, el único aprendiz de yogui entre tantas aprendices de yoguinis, y celebraba cuando algún hombre se apuntaba a clases. Pero, por unas razones u otras, este duraba poco. Me pasó lo mismo en mi etapa de profesor de yoga mental, la mayoría de mis esforzadas alumnas eran mujeres de mediana edad.

Foto que ganó el tercer lugar en la categoria Sports Features de la Word Press Photo. Muestra a unos  hombres haciendo yoga en la cuidad de Varanasi en la India. Por Tomasz Gudzowaty, Polonia y Judith Berekai, Hungria.
En occidente la mayoría de las alumnas de yoga son mujeres. Desde que Krisnhamacharya admitiera por primera vez oficialmente alumnas en sus clases, gracias a la insistencia de Indra Devi, las mujeres se han ido convirtiendo en las mayores ejercitantes de hatha yoga. Y sigue siendo así, al menos en occidente. En la India, cuna del yoga, los sadhus y maestros de yoga son mayoritariamente hombres. Esto nos indica que seguramente hay también una razón cultural para explicar esta cuestión, aunque ahora no entraremos en ella.

¿Qué hace que las mujeres se entusiasmen tanto con el yoga? O, al contrario, ¿qué hace que los hombres sean tan reticentes a la práctica del yoga? Antes convendría preguntarse si es solo con el yoga u ocurre en todas las actividades que hoy en día se ofrecen para mejorar nuestra vida, ya sea como autoayuda o simplemente para desarrollar una buena cultura del ocio. La respuesta es que no ocurre solo en la práctica de yoga.

Las mujeres nutren cursos de aprendizaje de diverso tipo, viajes, ofertas de distintas experiencias de autoconocimiento, psicológicas o de desarrollo de técnicas corporales, masajes, terapias alternativas, etc. Los hombres, salvo honrosas excepciones, como dice mi hija, siguen teniendo como principal actividad de ocio bares, algunas sociedades gastronómicas, varios deportes de riesgo o de equipo de gran dinamismo, y los estadios de futbol, seguidos muy de cerca ya por las mujeres.

¿Es superior la curiosidad de ellas o el deseo de comunicarse y tener experiencias distintas en grupo? Podría pensarse que la práctica del hatha yoga, que armoniza el cuerpo, adelgaza y fortalece, sería una buena motivación para las mujeres, preocupadas con frecuencia por su figura, pero no es siempre así. También son inmensa mayoría en la práctica de yoga mental, donde el cuerpo tiende a ser algo maltratado por el tiempo de inmovilidad, que puede volver gordos y con una barriga búdica a los que lo practican durante un tiempo prolongado.

A los hombres nos resulta en general difícil expresar verbalmente emociones y nuestro grado de introspección es con frecuencia “tan profundo” que permanece en el fondo de simas abisales imposibles de transitar por otro que no sea el propietario de tales emociones, y no siempre. Cuando hay un problema con implicaciones psicológicas, y todo problema termina teniendo implicaciones psicológicas, los hombres prefieren la acción inmediata para solucionarlo, a veces incluso de manera prematura, y las mujeres hablarlo, comunicarlo y darlo vueltas verbalmente, a veces hasta sentirse abrumadas. Los hombres tienden a proyectar fuera los problemas, como cuestiones a resolver modificando la realidad, incluso de forma impulsiva y agresiva, y las mujeres a introyectar dentro los conflictos en forma de emociones y sentimientos que pueden desbordarse produciendo angustia.

Digo todo esto por si nos ayudase a comprender por qué el yoga es practicado abrumadoramente por mujeres. ¿Es que el yoga, aparte de ayudar a tener un cuerpo hermoso y saludable, tiende a la introspección, al manejo de las emociones, y por eso sirve en mayor medida a mujeres que a hombres? Puede ser, pero el yoga no es solo introspección, quietud y conocimiento interior, también es acción, respiración, voluntad, trabajo activo, movimiento exacto y consciente.

No hay filosofía ni forma de vida más equilibrada y perfecta que el yoga. Combina la acción interna, psicológica y espiritual, con la expresión externa, corporal, fruto de la voluntad y la determinación. El yoga nos enseña a conocernos a nosotros mismos a través de la atención a los procesos internos, tanto físicos como psicológicos y mentales, y a actuar en el mundo, con visión cabal de la realidad, sin dudas, sin falsas proyecciones de lo que, siendo propio, creemos que está fuera, ni identificaciones engañosas de lo que, estando fuera, creemos que nos pertenece.

Yoga es unión, comprensión de que la vida es un continuo de interrelación dentro fuera, que es intercambio, comunicación y energía, pero sin confusión ni desorden, donde hay un momento para todo. Un momento para actuar en el mundo con Yama y Niyama, los dos primeros pasos del yogui que figuran en los Yoga Sutras, las normas morales que nos guian; y otro para mirar hacia dentro, dando otros pasos del Asthanga Yoga, como Pratyhara, el control de los sentidos, para saber apagar las luces y girar hacia nuestro interior, descansar y estar con nosotros, o Dhyana, meditación, que contribuye a apaciguar nuestras emociones y estar presentes como conciencia.

Yoga es “chitta vritti nirodha”, la eliminación de la contaminación mental que nos impide una visión cabal, conocimiento y equilibrio interior. Yoga nos ayuda a ver la realidad tal y como es y a nosotros mismos en ese riquísimo fluir continuo, unas veces en consonancia equilibrada con ella y otras en la modalidad de consonancia exclusiva con nosotros. Yoga aporta salud, calma, determinación, paz interior, apertura al otro, sentido y finalidad para la acción de vivir, y trascendencia. Por eso decimos que el yoga es para todos.

Es cierto, el yoga es para todos. Para mayores y pequeños, para sanos y enfermos, para orientales y occidentales, para hombres y para mujeres. Animo a mis compañeros los hombres occidentales a que se acerquen al yoga porque yoga es la modulación perfecta de acción y quietud; porque el yoga actúa en la realidad desde hace más de 5.000 años a través de sus practicantes; porque nos permite ser la persona que somos, emergiendo de los más profundo de nuestro interior para, como dice la Baghavad Guitta, hacer lo que hay que hacer en el mundo sin buscar los frutos interesados de nuestras acciones. Animo también a mis compañeras las mujeres a seguir practicando yoga por idénticas razones, y por todas las que ellas quieran añadir después de haberlas visto en si mismas con la práctica.

Octavo paso: Samadhi

¡Oh, Dios, despeja mis dudas, dame vida, luz y despreocupación! Las noches largas, la luz detrás de la ventana haciéndose de la nada a las 6,15 de la mañana. El piar de los pájaros en la bóveda grandiosa, el espacio infinito, todo ese mundo que se despierta detrás de mi ventana. Nadie les oye, excepto yo en mi soledad temprana, en mi oración y mis dudas, en mi miedo y mi asombro. En la cama, dando vueltas o relajándome, oyendo la voz de Concha en el CD guiando el Antar Mouna.

Dios, estamos en ti y tú haces como si nos dejaras. Dime, ¿tiene entidad todo esto que siento? ¿Tiene consecuencias, razones, sentido? ¿O solo es el fulgor de tu belleza, el rayo cegador de un instante de vida, de magia, de libertad? ¿Estoy condenado por mis pecados, por mis insuficiencias, por mi cobardía al no abandonarme? ¿Por no entender, o mejor dicho, porque entendiendo no soy capaz de aceptarlo? ¿O simplemente es todo una risa, sin sentido, sin nada que comprender, simplemente seguir el ritmo y vivir?

Dios, dime algo. Dame una certeza, señala. Sé que lo haces y oigo lo que me dices. Me dices: ¿estás sordo? ¿no quieres oír?

Pero, ¿y si es un delirio mío tu voz? ¿El delirio de un ser que sufre, que duda, que no es lo suficiente valiente como para aceptar esta incertidumbre, la humildad de aceptarse a sí mismo, a esta persona más incapaz que la propia capacidad que imagina? ¿Cómo lograré acoger este titubeo mío de baboso, este miedo que me descompone el estómago, esta culpa que no tiene remedio, qué comprendiéndola y perdonándome no tiene remedio?

Antar Mouna, yogui, Antar Mouna: piensa en algo desagradable, en algo terrible... Y luego deséchalo, apártalo, déjalo a un lado.

Antar Mouna, como has hecho esta mañana a las seis. Piensa también en algo agradable, algo bueno, algo placentero... Y luego deséchalo, apártalo, déjalo a un lado.

¿Será posible que haya que ser tan fuerte, tan seguro, tan ingrato con la vida, como plantea el Antar Mouna? ¿Es que no nos podemos dejar llevar? ¿Es que no te puedes confiar? ¿O es que es así, y debemos cultivar ese poder y esa serenidad para aceptar y luego apartar lo terrible y lo maravilloso?

¿Es así como se vive libre, independiente pero sin rechazar nada, aceptando, y luego no dejándonos llenar con ello, apartándolo a un ladito, con una sonrisa de no dejarnos engatusar? ¿Es que hay que ser tan maduro, tan sabio, tan ecuánime, tan poderoso? ¿Es que no es mejor dejarse llevar como el Rumi?

Solía ser tímido.
Tú me hiciste cantar.

Solía rechazar cosas en la mesa.
Ahora grito por más vino.

En solemne dignidad,
solía sentarme.

Ahora los niños corren a mi lado
y me hacen muecas.

El camino del amor
no es un argumento sutil.

Su puerta
es la devastación.

Un yogui que rompe fronteras: Yogananda

“En los hombres superficiales, el pececillo de los pensamientos provoca mucho ruido; 
en las mentes oceánicas, las ballenas de la inspiración apenas si dejan estela”.
Sri Yukteswar

Steve Jobs, ese hombre extraordinario y misterioso que llevó una empresa tan apasionadamente como si fuese un mandato divino, tenía dos libros de cabecera que releía con mucha frecuencia. Uno era la “Autobiografía de un yogui” de Paramahansa Yogananda (Villarodrigo de las Herreras, Leon: Ananda, 2010), el otro “Mente zen, mente de principiante” de Shunryu Suzuki (Buenos Aires: Estaciones, 2002). Dos libros muy distintos y al mismo tiempo iguales entre sí, como veremos, aunque del segundo nos ocuparemos más adelante.
Yogananda con Sri Yukteswar

En este post vamos a hablar del primero, la famosa Autobiografía de un yogui de Yogananda, uno de los 100 libros más importantes e influyentes del siglo XX, según un detallado estudio hecho por filósofos y estudiosos de las religiones. Yogananda fundó la Self-Realization Fellowship en EE.UU. en 1920 para la enseñanza del Kriya Yoga. Desde entonces se ha propagado por todo el mundo.

Para hacernos una idea de la importancia del personaje, solo recordar que Yogananda fue el primer representante de la espiritualidad oriental recibido por un presidente de los EE.UU., y sus encuentros en el Carnegie Hall eran seguidos por miles de personas conmovidas y asombradas por la sencillez y el convencimiento del yogui. Todo esto lo digo para que nos demos cuenta de que Yogananda no era un bocazas, como se podría pensar cuando leemos su libro.

La Autobiografía de un yogui es un libro increíble. Su autor nos cuenta las cosas más extraordinarias con una naturalidad y candidez desconcertantes. Hechos prodigiosos y, según vamos avanzando, crecientemente misteriosos. Me explico: Yogananda habla de sus maestros Babaji, Mahasaya (ambos “desaparecidos” antes de que él naciera) y Sri Yukteswar, su gurú, como seres con unas capacidades especiales. Viajan en el tiempo y el espacio, pudiéndose presentar en dos sitios a la vez, o leen el pensamiento y conocen el futuro. Yogananda nos lo cuenta con toda naturalidad, y con un fervor y una humildad conmovedores.

No es que se limite a estos seres que parecen estar más allá de nuestras posibilidades, dotados de unas cualidades espirituales que los alejan de los simples mortales. Yogananda habla también de muchos otros yoguis que se fue encontrando a lo largo de su vida de joven, inquieto buscador espiritual, en su tierra de la India.

Para estos las leyes físicas y psicológicas no contaban mucho: eran capaces de curar enfermedades incurables, resucitar en algún caso a seres que habían muerto, arrancar de una vez por todas y para siempre la duda en sus chelas (discípulos), avisar de desgracias sin importar la distancia (y sin Internet ni redes sociales), o hacer cambiar de peso en horas a una persona necesitada de (estamos en la India) ganarlo. También permanecer sin comer ni beber durante años, como Giri Bala, lo que después de la película “Vivir de la luz" (2010), de P.A. Straubinger, ha dejado de ser una cuestión invisible.

Cuando uno lee estas cosas con su mentalidad occidental, educado en la ciencia y en los paradigmas incuestionables de las leyes del universo conocido, parecen fantasías de una mente calenturienta o cándida, o quizá la visión de un hombre con una cultura muy distinta, donde la realidad es mucho menos rígida, más dependiente de aspectos colaterales y mentales, más indefinida y fluida. ¿Cómo moverse con naturalidad a caballo de estos dos mundos y no perderse? Yogananda lo hizo y su legado permanece.

Yogananda una hora antes de su muerte
La gran pregunta que estimula el libro es si Yogananda, que parece por su virtud, sencillez, trayectoria vital y equilibrio interior un hombre de fiar, describe cosas posibles, o simplemente creencias muy arraigadas en la India como “verdaderas”, aunque no sean del todo reales. Pero, por muy imposibles que parezcan las descripciones de estos “milagros” te hacen pensar, porque todas las religiones coinciden en este mismo tipo de cosas.

Uno termina pensando que existen dos mundos. El de los “normales”, donde están establecidas, por supuesto, unas fronteras mentales, unas normas de pensamiento que marcan la salud mental y unas leyes físicas rígidas, y cuando traspasas esas fronteras has dejado de existir. El mundo civilizado ya no ve, te ha hecho invisible.

Partes entonces hacia otro mundo, una especie de mundo paralelo. Tu sigues con tu vida, estás entre todos, pero tu mundo no es de este mundo, y es muy difícil establecer contacto. Yogananda lo hizo, conservando un sentido común y una capacidad de comunicación extraordinarios.

¿Es válido juzgar solo con parámetros del primer mundo (cada vez menos primero), el nuestro, el occidental del siglo XXI, este otro mundo, sobre todo cuando ya sabemos que más del 90% del universo está formado por materia oscura y energía oscura de las que lo ignoramos todo, excepto que no están en nuestra dimensión de espacio tiempo? ¿Podemos ya ir ampliando y dando mayor fluidez y profundidad a la frontera, hoy tan rígida, entre verdad y mentira, posible e imposible, sin que nos perdamos y sin renunciar a la ciencia y al sentido común?

Por supuesto lo que digo no tiene nada que ver con la magia, la superchería y las soluciones fáciles llenas de fanatismo e ignorancia. Simplemente se trata de estimular la mente con nuevas preguntas y estar cada vez más abierto.

Séptimo paso: Dhyana, meditación

¿Practica meditación Molly Bloom en el último capítulo del Ulysses de James Joyce?
Uno de los capítulos más famosos de una de las novelas más famosas (y de más difícil lectura: el capítulo tiene 36 páginas y sólo 8 larguísimas oraciones sin signos de puntuación) de la literatura del siglo XX es un monólogo interior ( o corriente de la conciencia, como también se le llama) donde la mente de la esposa del protagonista se nos abre para verla pensar en algunas cuestiones de sexo, en un viaje a Gibraltar que hizo tiempo atrás y en su cita secreta anterior con un amante, mientras su marido duerme en la cama, a su lado.

¿Practica meditación Molly Bloom en ese largo monólogo interior que ocurre dentro de su cabeza?

Meditar supone un paso más, el séptimo paso en el camino del yogui, después del que se da con la concentración. Si concentrarse consiste en fijar la atención en un solo punto hasta conseguir cierta estabilidad mental, la meditación es fijar esa atención en un objeto, como dicen los Yoga Sutras, y ser conscientes de las ideas que surgen:

"dhyāna es el sostenimiento prolongado de las ideas que se presentan durante el estado de dhāraṇā" (Y.S. III.2)

Iyengar en su libro “Luz sobre los Yoga Sutras de Patanjali”, aclara con precisión la diferencia entre concentración y meditación: “La diferencia entre dhāranā y dhyāna es que dhāranā se ocupa mas de la eliminación de las ondas de pensamiento fluctuantes a fin de alcanzar la concentración unidireccional; en dhyāna, el énfasis radica en el mantenimiento de una observación contemplativa regular y profunda”.

Para poder meditar es necesario haber conseguido una “concentración de acceso”. Es esta la mínima concentración necesaria para observar el flujo de los pensamientos sin ser absorbido por ellos a cada momento. Amarrados al mástil de un objeto de meditación como puede ser la respiración, contemplamos sin intervenir y sin dejarnos llevar, sin calificativos y sin intervención consciente, la tormenta del flujo, cada vez más lento, de nuestros pensamientos y sensaciones.

Bodhidarma en su cueva
 de meditación, donde permaneció 9 años.
La conciencia deja pasar todo lo que ocurre en la mente. Por momentos, somos conscientes de nuestros deseos con una sonrisa interior, de nuestros recuerdos, de nuestros planes, de nuestras fantasías o nuestras ocurrencias. Si no juzgamos lo que se desarrolla en ese flujo incesante, si no nos dejamos arrastrar por lo que nos resulta agradable o desagradable empiezan a manifestarse sensaciones internas antiguas o procesos mentales inconscientes que estaban ahí, desde hace mucho tiempo, reprimidos.

Emergen a la conciencia, provocan una emoción, surge atracción o rechazo y, como todo lo demás, desaparecen sin dejar rastro. En el marco del hinduismo se llaman Samskaras, en el marco de la psicología pueden ser pulsiones, en el marco del psicoanálisis aspectos inconscientes del ello y del superyo. La meditación, dice el yoga, limpia la mente de toda esa carga inconsciente que condiciona y distorsiona la visión limpia de la realidad, la realidad tal y como es.

Además de darnos paz, serenidad y alegría la meditación nos ayuda a conocernos mejor, deja libre nuestra creatividad, la que sale de nuestro interior más íntimo, permite manejar mejor nuestros deseos y nos ayuda a sublimar la libido, una especie de energía psíquica instintual definida por Freud.

Las imágenes mentales que se dan en la meditación son de varios tipos y se producen en distintos niveles de conciencia.

Existe una conciencia central, como dice Damasio, el famoso psicólogo investigador de las emociones. Es una conciencia del presente, del aquí y el ahora. También habla Damasio de una conciencia biográfica compuesta de recuerdos, sensaciones, planes y deseos. La primera está presente durante la meditación, es continua y estable, como un cable por donde circula la corriente cambiante de nuestras imágenes, nuestros deseos o nuestras fantasías.

La forma cambia: unas son imágenes directas, otras se despliegan en el lenguaje, como un habla; otras parten de ambos soportes, son imágenes que definimos también con un lenguaje, o son directamente palabras escritas en nuestro inconsciente, o quizá colores. Una infinita gama de contenidos mentales que poco a poco se van calmando hasta que se hace más patente el continuo del cable, como cuando estamos en el campo, cerca de un tendido eléctrico: si nos quedamos quietos, callados y atentos comenzamos a oír el siseo eléctrico profundo y grave recorriendo el tendido eléctrico en medio de la grandiosidad del espacio abierto.

¿Practica meditación Mollly Bloom en su famoso monologo interior, o simplemente se deja llevar por la riqueza tiránica de sus pensamientos?

Yo creo que Molly Bloom es poseída por sus pensamientos, que su mente rica y ágil y cambiante la lleva de un lado a otro como un barco en la tormenta y que, pensando con esa riqueza y ese colorido, no es consciente ni de la mitad de lo que piensa. En el discurrir de la mente de Molly Bloom no hay conciencia del presente, ni atención a donde está, ni la ironía y la compasión necesaria para crear la distancia adecuada de sus propios deseos e impresiones que le permita saber que ella misma es eso, todo lo que surge en su mente, y más, mucho más que eso.

La luz de Hopper en la ciudad de Madrid

En mi ciudad de Madrid, en el Museo Thyssen, se celebra durante estos días de verano una exposición de Edward Hooper, el introvertido pintor americano que, como se puede ver en la foto, mira como los personajes de sus cuadros. Hopper vivió a mediados del siglo XX, una época determinante en mi vida.

Nunca había tenido la oportunidad de ver su obra al natural, pero me resultó familiar: la llevaba dentro. El icono de América en sus gasolineras de carreteras solitarias e interminables,  recorridas por los que un día fueron mis poetas favoritos, Jack Kerouac o Allen Ginsberg, con el mismo hierro interior: la soledad, la estupefacción y el ensimismamiento en una búsqueda llena de melancolía y exaltación.

La obra de Hopper la había visto ya en las escenas del cine que también viven dentro de mí. Y su mundo lo había interiorizado cuando era un adolescente airado y rebelde. Cuando descubrí el existencialismo de Sartre, las canciones protesta y la pérdida de la seguridad que da quedarse sin religión en mi anhelante y valiente necesidad de libertad e individualidad, durante los últimos años de la dictadura de Franco.

Sin haber visto antes los cuadros de Hopper todo me llevaba a lo que en ellos se expresa: el silencio, el ensimismamiento de las posturas, el aislamiento de figuras que no se comunican entre ellas, la valentía sin esperanza de ponerse delante de esa luz dura, muy blanca, que te enfoca sin misericordia resaltando la soledad.

¡Qué cerca siguen las imágenes de los cuadros de Hopper! Las recuerdo de entonces, un poco antes de que me encontrara con el yoga en mi camino. Permanecen en mi corazón, pero han perdido su capacidad para angustiarme. Ya no llenan mi alma de soledad, de imposibilidad de comunicación y de estupefacción ante la inmensidad y la crudeza del mundo. Pero forman parte de mí, de mi vida, de mi rebeldía y mis anhelos, un trozo de la historia de mi búsqueda interior, de mi propio desarrollo y de mis dudas, y representan un tramo muy importante de la historia de emancipación del ser humano. Una mirada que muestra la dificultad de asumir el propio destino y enfrentar la propia conciencia.

Como siempre hago, en un momento dado me puse el taparrabos de yogui y contemplé la exposición con mi mirada actual, seguramente más desapasionada y limpia, una mirada de yogui, para poder ver desde otro sitio, desde mi realidad de hoy en el mojón donde me encuentro.


Cansado, me senté en un banco enfrente del cuadro “People in the sun”.En él, unas personas toman el sol como si se enfrentasen a la visión de un cataclismo nuclear. Es una luz dura, con un sol implacable, y ellos se encuentran repantigados en unas sillas de madera, rígidos, aunque parezcan relajados; estupefactos, aunque parezcan simplemente tomar el sol; incomunicados entre sí, aunque parezcan en perfecta comunión con la naturaleza a punto de estallar.

--¡Cómo pinta la luz, el tío! –pensé, como si aún estuviese vivo-- ¿Cómo lo hará? El calcetín reluce…”

Luego me levanté y seguí un rato más. Contemplé a las personas que estaban mirando los cuadros en la sala, lo que siempre me resulta tan interesante como la propia exposición. Seres humanos que viven conmigo en este instante y miran los cuadros de Hopper en la ciudad de Madrid un día de verano donde hace calor y la luz es muy blanca y deslumbrante.

Una pastilla de yoga para la depresión

Según un estudio de la universidad de Las Palmas de Gran Canaria, publicado por la revista 'Public Health Nutrition', los consumidores de comida rápida tienen el doble de riesgo de padecer depresión.


Por lo leído en este estudio que ha costado 6 años de investigación siguiendo a un grupo de 9.000 participantes, se confirma que las personas que más alimentos grasos consumen "son más propensos a estar solteros, ser menos activos y tener un patrón dietético peor, con un consumo menor de fruta, frutos secos, pescado, verduras y aceite de oliva". Pero este grupo de personas también tiene otros hábitos poco saludables, como son "fumar y trabajar más de 45 horas semanales". También que el consumo de comida basura está en una relación directa y cuantitativa con la depresión: cuanta más se ingiere mayor es el riesgo de depresión.

Es muy fácil poner en relación esta noticia de agosto del 2011 con el tipo de alimentación que el yoga aconseja a sus adeptos porque la considera saludable desde hace siglos. Sabemos que los alimentos tienen las mismas tres cualidades básicas que cualquier otro elemento de la naturaleza, incluidos nosotros: lo sáttvico, lo tamásico y lo rajásico.

Los alimentos sáttvicos potencian la vida, la pureza y la paz mental, nos dan energía y vigor inmediato. Son aquellos alimentos naturales poco elaborados, fundamentalmente vegetarianos, como los cereales, los frutos secos, semillas y legumbres, la fruta, que es el alimento más importante en la dieta de los yoguis, la miel y productos derivados de la leche (hoy en día es mejor el yogur) que eran el sustituto proteínico de la carne en un país donde la vaca era sagrada.
Los alimentos rajásicos tienen que ver con los productos picantes, salados y fuertemente sazonados, secos, o muy calientes o muy fríos que inducen a una hiperactividad incesante y desequilibrada, pasiones descontroladas con euforia y depresión alternativas, un comportamiento tendente a lo bipolar. El azúcar refinado, los refrescos, las mostazas tratadas, las especias fuertes y los alimentos demasiado picantes, amargos, agrios o salados son rajásicos, y los yoguis procuran evitarlos porque producen tensión y confusión mental y emocional.

Por fin, los alimentos tamásicos son aquellos que siguen un principio tanático, que diría el psicoanálisis. Contienen cualidades de inercia, inactividad y destrucción de la naturaleza, dice el yoga. Se deben evitar las carnes, pescados, el consumo de alcohol, el tabaco, la comida rancia o avinagrada, las setas, etc. Cualquier alimento frito en mucho aceite se convierte en tamásico, lo que nos lleva directamente a las modernísimas conclusiones de la investigación de la Universidad de Las Palmas.

Pero probablemente lo más importante sea en nuestra sociedad disminuir la ingestión de comida. Los alimentos nutren y dan vida y energía hasta un punto para convertirse en un veneno cuando lo traspasan. Entonces se convierten en colesterol, ácido úrico, azúcar y obesidad que hay que eliminar bajo peligro de muerte. Los hábitos sociales de comunicación, la depresión, la búsqueda obsesiva del placer y el aburrimiento vital están detrás de una ingesta  excesiva de comida.

El yoga es muy cuidadoso con todo lo que pueda ser convertido en una afirmación fanática, y no se olvida de decirnos que todo y todos/as tenemos en distinta proporción las tres cualidades básicas de la naturaleza. Más allá de los condicionantes culturales y económicos de cada época no se trata tanto de seguir un régimen estricto como de ser sensibles a nuestro cuerpo, estar atentos a lo que nos señala y comprender lo que nos sienta bien y lo que nos sienta mal.

Hay que olvidarse de aquello: “Está muy rico aunque después me acuerdo toda la tarde porque me sienta fatal” o “Está buenísimo, pero después no queda más remedio que dormir una siesta de pijama y orinal”, que decía nuestro antiyogui Camilo José Cela. Según vamos avanzando en nuestra práctica sentimos que el cuerpo nos señala con más claridad lo que necesita y lo que rechaza.

Ya lo dice el Bhagavad Guita (XVII, 8,9,10): “Alimentos que aumentan la vitalidad, el vigor, la salud, el bienestar y el apetito, que son sabrosos, ricos, sustanciosos y agradables, son los preferidos por el sáttvico.
Alimentos que son amargos, ácidos, salados, muy condimentados, picantes, secos, ardientes, que causan dolor, sufrimiento y enfermedad, son los preferidos por el rajásico.
Alimentos que se han enfriado, ínsipidos, descompuestos, rancios, impropios para el sacrificio, son los preferidos por el tamásico."

Sobre zombis y yoguis

Un día, dándome un paseo por Internet, me encontré con este video que me hizo gracia. Lo recogí y me dije: “Qué divertido, éste me lo quedo”. Ahí lo dejé, perdido en el dédalo de mis favoritos, dormido, hasta que un día la varita mágica de la flecha de mi ratón lo despierte.

Hoy he mirado con algún detenimiento mis favoritos, horrorizado porque se ha convertido en un desván inmanejable, pero lo he visto de nuevo y me he vuelto a reír: ¡qué buena propaganda del yoga! La tétrica calle, los zombis y el despertar…, ja, ja, ja.

Luego, cuando ha terminado, he recorrido lentamente la pantalla otra vez con el ratón, leeennntamente, trazando un pequeño círculo, pensativo, y he vuelto a elegir el triangulito de la derecha. Entonces el video ha vuelto a cobrar vida y he vuelto a mirarlo.

¡Pero bueno, si es verdad, si tienen razón, no es solo una broma, todos somos un poco zombis! Sí, zombis con poca vida, zombis en un trabajo que normalmente nos frena, zombis arrastrados hacia lo políticamente correcto, seducidos por las modas, por los deseos muertos y teledirigidos de los anuncios, zombis sin ojos para ver demasiado ni oídos para oír más allá de los ruidos de la ciudad, zombis rígidos, tristes y alicaídos, zombis de todas clases y de todos los estamentos como los que aparecen en este video fantástico. Zombis.

Y podemos despertar. Si, el despertar, el samadhi, como dicen los yoguis. Mirad como salen después de 30 días de yoga: seres humanos, flexibles, atentos y normalizados, seres humanos plenos estirándose por fin y limpiándose el polvo anterior.

El video es muy divertido, y además tiene su enjundia. A ver que os parece.



Os dejo también el enlace por si queréis entrar en este centro de Vancouver sin ánimo de lucro que quiere hacer un yoga de extensión, como dicen ellos. Un yoga que llegue a cuanta más gente mejor, un yoga que llegue a las personas que no tienen oportunidad de acercarse al yoga. Gracias, Yoga Outreach, por el video y por vuestro trabajo.

Sexto paso en el sendero del yogui: Dharana

En este sexto paso entramos en las tareas internas que debe realizar el yogui. Mientras que los cinco pasos anteriores se referían a actividades que tenían que ver con la acción externa del cuerpo, como ejercicios, respiraciones y conducta, estos últimos tres pasos tienen que ver con labores internas, mentales, de desarrollo mental y espiritual.

No es que se puedan separar ambas tareas, ya lo hemos dicho. Ambas son del cuerpo y de la mente, y ambas nos desarrollan espiritualmente. La distinción sirve para saber donde ponemos el acento.

Dharana, dhyana y samadhi, los tres últimos pasos descritos por Patanjali se refieren al desarrollo de la mente. Concentración, meditación e iluminación o liberación, son actividades que ponen el acento en la mente y que resultan difíciles de distinguir entre sí. No hay un orden en la práctica, mantienen algunos estudiosos del yoga, todas se fortalecen entre sí. Unas llevan a las otras y todas evolucionan por un esfuerzo consciente que tiene un principio y un final antes de pasar a la siguiente etapa, dicen otros.

En todo caso, sin concentración, sin dharaha, sin este paso fundamental, no es posible comenzar ninguna actividad mental. El dominio de la mente nos permite dirigirla, incrementar la conciencia de lo que hacemos y utilizarla en nuestro provecho. Si no, la mente vagará sin dirección, de manera compulsiva, como los niños que de pequeños mueven manos y pies sin sentido y sin finalidad, un paso previo para el movimiento consciente, dirigido y útil que vendrá después. Igual que aprendemos a manejar el cuerpo debemos aprender a manejar nuestra mente.

La concentración en un punto es el ejercicio más importante para desarrollar la mente.

Igual que el movimiento y la fuerza son esenciales para el desarrollo del cuerpo, la concentración y la voluntad son esenciales para el desarrollo de la mente. Parece que lo primero lo vamos entendiendo y practicando cada vez mejor, pero sobre el desarrollo de la mente todavía lo ignoramos casi todo. ¿Cuándo habrá gimnasios para mejorar la forma psíquica y mental igual que hay gimnasios para mejorar la forma física y muscular? Solo los centros de yoga pueden reunir ambas cualidades.

Dharana es la concentración de la mente en un solo punto (Yoga Sutras de Patanjali III, 1.)

Direccionar la mente es una tarea larga y, a veces, frustrante, pero esencial. Podemos concentrarnos en cualquier punto que se nos ocurra: la respiración, el entrecejo, el jara, la llama de una vela. Da igual. Uno u otro cambian porque unas personas se concentran mejor en un objeto que en otro, pero el trabajo es el mismo. El trabajo de concentración puede ser tan árido al principio que elegir un objeto que nos vaya bien es importante para notar que avanzamos.

Dharana estabiliza la mente, aminora las sacudidas emocionales y nos serena. Ver como la mente se va “colocando” cada vez más fácilmente en el lugar que le asignamos nos produce alegría, sensación de control sobre nosotros mismos, y nos estimula a seguir con la práctica de la concentración.

Practicar dharana merece la pena, aunque implique un gran esfuerzo y nos resulte todavía una tarea un tanto insólita en nuestra cultura. Pero, al fin y al cabo, cuando estudiamos o cuando vemos una película absorvente practicamos Dharana.

Dharana educa la mente, la somete a nuestra determinación y fortalece la voluntad. Practicar diariamente, por sistema, igual que nos lavamos los dientes, sentándonos durante unas decenas de minutos, es una tarea esencial para el yogui.

Dharana no solo puede practicarse de esta manera, sentados, quietos y concentrándonos en un objeto. También la concentración en las asanas, durante el pranayama o el pratyahara, cuando retiramos los sentidos de un objeto que nos distrae con un esfuerzo de la voluntad, son ejercicios de concentración importantes para ir avanzando con armonía y determinación en nuestro camino de yoguis.

La crisis y el yogui o la yoguini

Esta crisis no es solo económica, que no nos lo hagan creer. Es una crisis de valores y, por tanto, política y de toda la humanidad.

La civilizada Europa no puede seguir manteniendo su estado de bienestar. Ese estado que parecía preludiar el que nos decían que vendría después, un estado ideal donde las necesidades humanas más importantes estarían cubiertas y sería posible la civilización del ocio, como decía Marcuse, se encuentra ya a años luz de esta civilización abotagada y abarrotada.

Marcuse está muerto. Es Malthus el que vive, que parecía muerto. Somos muchos habitantes en la Tierra y cada vez hay menos bienes a repartir, menos riquezas reales. Sin embargo es necesario consumir para dar trabajo a todos los más posibles -y somos muchos-, y seguir creciendo, aunque los recursos se agotan y son cada vez más caros. La lucha por hacerse rico o permanecer rico se acrecienta y se hace cada día más cruel.

¿Qué hace el yogui en esta crisis? Para el yogui parece ser más fácil, solo lleva un taparrabos. Es decir, ¿podemos prescindir de cosas para vivir con menos? ¿Podemos ser más austeros para no sufrir en tan gran medida las acometidas de la crisis que nos amenaza? ¿Puede esa austeridad hacernos libres o no hará más que frustrarnos por lo que soñamos tener y ya no tendremos?

¿Menos sanidad pública? Podemos intentar cuidarnos a nosotros mismos mejor, dice el yogui. Cuidar nuestro cuerpo con deporte y asanas, una alimentación sana y comedida, hacer consciente la respiración y buscar la fuerza de su energía.

¿Menos educación? La educación es sobre todo la búsqueda de uno mismo que da como resultado una vocación, una experiencia de maduración y la actividad necesaria y consecuente, dice el yogui. Educar es sobre todo educarse, desarrollarse, dice el yogui. Luego, la técnica se aprende rápido. No hace falta estudiar tantos años si se está aprendiendo siempre.


¿Más ocio teledirigido y manipulado? Ocio y trabajo deben fundirse cada día. El logro en el trabajo tiene que venir como consecuencia de los logros en nuestro camino como seres humanos en busca de mayor perfección. El ocio es desarrollo lúdico, sin finalidad, es juego y belleza pura. El trabajo es desarrollo social, desarrollo solidario, desarrollo propio para la sociedad y para los demás. Pero el uno no se podrá lograr sin el otro, dice el yogui. El ocio no debe ser alienante, ni embrutecedor; el trabajo tampoco, no dejéis que lo separen.

¿Mas, o menos bienes de consumo? A ver, decidámonos: ¿más, o menos bienes de consumo?, pregunta el yogui. Mas caprichos o menos, más gasto o menos, más distracciones o menos, más dependencia o menos. Si es más, procurad que los bienes de consumo sean verdaderos, que merezcan la pena: playas tranquilas y limpias, sin aglomeraciones, montes cuidados y fértiles, paz y silencio, viajes por el mundo para conocer su variedad y no sus tiendas.

Si es menos, no importa, dice el yogui, nuestro mayor bien está dentro. Nuestro mundo interior, psicológico, mental y espiritual. Consumamos contacto humano, solidaridad y ayuda, aventura, silencio interior, amplitud espiritual para ser verdaderamente creativos y disfrutar de ello.

Las crisis pueden ser un motivo de inspiración, dice el yogui, significa que estamos vivos, que nos podemos mover, que podemos probar otros caminos. Es verdad, las crisis se ven de otra manera con taparrabos.

Pero una vez dicho esto, diremos lo que decía Gandhi al final, en sus discursos sobre educación, alimentación e higiene: "...y además, debemos desafiar a los ingleses". O sea, reclamamos una sanidad universal y sufragada con impuestos, y una enseñanza plural y obligatoria cuyo coste se encuentre en consonancia con los ingresos familiares.

Yoga para la discapacidad

En este blog que habla sobre yoga tenemos post dedicados a sus aspectos teóricos, los dedicados a intentar expresar como sería la mirada de un yogui sobre nuestra sociedad, y también otros más íntimos y líricos, la única expresión posible para comunicar el sabor interior que el yoga va dejando en nosotros. Hoy vamos a inaugurar una nueva sección dedicada a la actualidad del yoga en el mundo.

En ella comentaremos noticias referidas al yoga que nos parezcan interesantes por el motivo que sea: por la novedad; por su interés informativo sobre la evolución del yoga en nuestros días; por su interés científico, o por la oportunidad que nos ofrezca para denunciar y comentar el montaje consumista y el interés comercial que se está formando en torno al mundo del yoga.

Por tanto, en el lado derecho de la portada del blog, encima del enlace a nuestro centro de yoga habrá un hipervínculo titulado “Actualidad del yoga” que nos dirigirá a todas estas noticias que queremos comentar.

Hoy inauguramos la sección con un video americano de un veterano soldado de la Guerra del Golfo discapacitado, que recobra el movimiento y la ilusión gracias al yoga, la voluntad y la fe.


¡Qué impresionante, verdad? Y qué aspecto más encantador tiene nuestro veterano. Qué fe, qué voluntad, cuando poco antes estaba deprimido, gordo e inútil, tirado en un sillón con una lata de cerveza. Alguien confía en él y él le da una oportunidad al yoga.

El yoga hace el milagro.

Este entrañable veterano, bajito, impedido y denso nos fascina y nos enternece. Parece Forrest Gump cuando hecha a correr como un conejo y le estallan los aparatos que sujetan sus piernas paralíticas. Es difícil de creer. A veces parece un anuncio de un centro de yoga que lo utiliza como panacea para hacer negocio. Y por otra parte es tan real, tan verdadera su figura de inválido, su cara de resignación depresiva y su bondad, tan auténtico su esfuerzo y tan aparentemente verídicas sus caídas y sus levantadas, que uno no sabe que pensar…

¿Será posible que el yoga haga estos milagros? ¿O será este video uno más del perfecto marketing de los americanos? No lo sé, lo que si puedo decir es que a mí el yoga me cambió la vida hace ya muchos años, que tengo secuelas de una poliomielitis que sufrí de pequeño, y que reconozco sus caídas en las mías cuando aprendí a practicar yoga.

Yo también confié en el yoga con una fe inconmovible y un poco desesperada. Yo también adelgacé 20 kilos que nunca volví a recuperar. Y aunque no corro como un conejo ni me he olvidado de las secuelas de la polio, he podido controlar sus devastadores efectos y sentirme sano a pesar de ellos. 28 años más tarde de haber empezado a practicar yoga estoy mucho mejor físicamente que 28 años antes, y he ganado tanto en determinación, vitalidad psicológica y salud que, como este veterano soldado, digo:

Sí, se puede.

Quinto paso: Pratyahara

Pratyahara tiene que ver con la abstracción de los sentidos y su manejo consciente.


Un yogui, si quiere tener dominio sobre su vida y su mente no puede dejar que sus sentidos vaguen de un lado a otro en función de lo que se presenta ante ellos. Los sentidos sienten, tienen sensaciones, e inmediatamente actúa la mente juzgando agradable o desagradable la sensación en función de las necesidades de nuestro organismo. La actitud inmediata es acercarnos o alejarnos de esta sensación, si no físicamente, al menos emitiendo un juicio de bueno o malo.

Este vaivén constante produce insatisfacción, sufrimiento e ignoracia. Rechazamos lo que consideramos malo, nos apartamos, lo juzgamos y estigmatizamos, para así ayudarnos a sentirnos justos en nuestro rechazo; también agrandamos y nos acercarnos a lo que consideramos bueno, emitiendo inmediatamente un juicio de valor.

Es una carrera loca que desorienta y desequilibra. La moderna psicología insiste en que es necesario la aceptación radical de la realidad para superar la frustración y el sufrimiento inevitable; el yogui hace lo mismo de manera más ecuánime, más “oriental”: se queda quieto y toma el control de su mente.


¿De que se trata entonces? Se trata de encauzar los sentidos, embridarlos, no dejarlos salir de excursión por las buenas. Cada minuto tenemos multitud de estimulos sensitivos de los que ni siquiera somos conscientes. Nuestros sentidos andan por el mundo y toman datos, el cerebro procesa de forma automática o consciente, y el organismo reacciona en función de sus necesidades. Andamos errantes. El yogui necesita parar esta acción-reacción constante y manejarla. La mayoría de las veces el árbol no nos deja ver el bosque, la reacción a la multitud de sensaciones que tenemos a cada momento no nos permiten ver lo breves y fugaces que son, la poca entidad que tienen, lo engañoso y alienante que puede ser perseguir las placenteras y huir constantemente de las desagradables, o la compulsión a la repetición, como diría Freud, que tienen las agradables.

Entonces el yogui se sienta y encauza sus sentidos, practica pratyahara.

Este cauce tiene dos vertientes. Una es la voluntad de sentir: cuando oigo, oigo; cuando huelo, huelo; cuando palpo, palpo, cuando degusto, degusto.  Si lo vas a hacer --y tienes que hacerlo--, hazlo bien, con plena conciencia. Afinar la percepción de los sentidos para que sean más sensibles y trabajen mejor es una tarea del yogui.

La otra vertiente consiste en ser plenamente conscientes de lo que percibimos y poner los sentidos bajo el dominio de la voluntad. El yogui quiere percibir la realidad como es, más allá de la apariencia, sin proyecciones ni identificaciones engañosas, sin que el yo intervenga deformando lo que se presenta ante él . Esta interiorización, este mando sobre los sentidos, este ralentización de ellos para ser conscientes de lo percibido, este saber lo que se siente, este control, esta calma sensorial, y esta vuelta de los sentidos hacia dentro es pratyahara.

Un de los yoguis que más ha trabajado en el dominio de los sentidos es Satyananda, para quién el yoga es, sobre todo, dominio de la mente y fortalecimiento de la capacidad de ser consciente de las sensaciones. El ejercicio de Antar Mouna, es muy adecuado para conseguir este objetivo.

Patanjali en sus Yoga Sutras dice:

“El pratyāhāra de las sensaciones recibidas a través de los sentidos se asemeja a la auténtica naturaleza de la mente cuando se desconecta de sus objetos”. (YS II, 54)

“De esta forma, con pratyāhāra, se logra la suprema obediencia de los sentidos” (YS II, 55)


Pratyahara es también el afinamiento de los sentidos, la capacidad de oír, por ejemplo, más sutilmente. Oír con toda la atención, hasta donde pueda llegar el oído. Y puede llegar muy lejos si somos capaces de cultivarlo, de no distraernos, de prestar atención a lo que oímos. En esto se basa el pretendido poder de los yoguis para desarrollar sus sentidos. Con entrenamiento podemos oír la sangre corriendo por nuestras venas, o sentir el pelo rozando la frente, o como los alveolos se llenan de oxígeno con la inspiración.

Patryahara, el control de los sentidos, la conciencia de lo que sentimos, la austeridad sobre ellos y su educación debería estar de moda en este mundo en crisis. Y cada vez lo está más: se llama decrecimiento. No podemos seguir consumiendo sin mirar las consecuencias, no podemos seguir embotando los sentidos con placeres embrutecedores y compulsivos,  porque nos volveremos dependientes y al mismo tiempo estaremos saturados y aburridos.

Esta crisis del capitalismo que también es una crisis de conciencia puede ayudarnos a practicar pratyahara: necesitar cada vez menos, buscarnos una dirección más allá de la persecución extenuante y constante del placer, limpiar los sentidos para disfrutar más con menos, ser libres. Decía Sócrates que iba al mercado para disfrutar dándose cuenta de la cantidad de cosas que no necesitaba.

Pero si vamos al mercado a comprar seamos conscientes del poder que tenemos : sin nosotros las empresas no son nada, orientamos el mundo con nuestras elecciones.

La Asociación de Yoga Cuatro Caminos






En La Asociación de Yoga Cuatro Caminos practicamos hatha yoga las personas que vivimos en el entorno de esta plaza en Madrid, llena de vida, una de las más populares de la ciudad. Vienen también otras personas desde lejos, atraídas por la antigüedad del centro, unos 35 años, por la dedicación personalizada o por la naturalidad y la capacidad para adaptar el yoga a todo tipo de problemas.

Las personas con dificultades físicas debidas a la edad, a disfuncionalidades o a secuelas de enfermedades no podrán hacer algunas asanas, podrían resultar contraproducentes para sus dolencias. Por eso es importante que el profesor pueda recomendar las que son más convenientes para ellas. La atención mental y la concentración, que son las asanas del radja yoga, el yoga mental, compensan muchas veces con ventaja la falta de perfección postural en el asana físico.


Cuando llego, la amplia sala, la paz que se respira en ella, la luz tamizada, me facilitan parar y calmar la vorágine del día. Saludo a mis compañeras, alegres y tranquilas practicantes de yoga, que han hecho de su práctica un eje en torno al que ordenan su vida, se mantienen sanas y encaran sus dificultades.

Luego me quedo en silencio, me concentro en lo que estoy haciendo, siento declinar el día detrás de los ventanales, siento la relajación muscular producida por el estiramiento en las asanas, el silencio que va creciendo en mi interior, la respiración consciente que me hace más dueño de mí mismo, la conciencia del cuerpo en la relajación final.

Salgo y es de noche.

Algunos niños cubanos juegan en la calle sin tráfico bajo la luz amarillenta y lenta de las farolas. Miro hacia la desembocadura de la calle, hacía el gran río de Bravo Murillo, y ahí me dirijo, casi sin cabeza, los pensamientos en calma, los sentidos listos, limpios de la polución del día.

Me siento más agil, más delgado y más alto después de la sesión de yoga, como si me deslizara sin pasos, sin expectativas, sin la prevención que me asalta muchas veces ante el alboroto de esa calle muy viva por la agitación de la gente, tan distinta una de otra, que a esa hora se retira a sus casas.

Simplemente me deslizo y disfruto de la belleza del mundo.

Cuarto paso: Pranayama

Pájaros volando sobre alveolos pulmonares

Amanece

La bruma sobre el mar comienza a fluir
Los pájaros se sacuden las sombras de la noche y se esparcen por el aire limpio
como si fuera tan fácil volar
Inspiran

El mundo inspira

Late una nube muy roja, como un alveolo inflamado por sangre limpia
El sol aparece dulcemente y luego restalla
Paraliza el cielo
Hace desaparecer la profundidad y el misterio de las estrellas
Ha puesto una pantalla azul, inmensa y plana

El mundo inspira

Se inflama, esplende, se congestiona
hace correr la sangre por sus venas de aire
Prana, luz, voces
La máquina a pleno rendimiento

Luego el mundo exhala
y es la noche, la sequía, el misterio, el cri cri de las cigarras

y yo también exhalo
Me arropo en mi fondo sin fondo
Me recojo en esta pequeña muerte
Este vacío infinito sin gravedad
Como Roy cuando se acaba su tiempo en Blade Runner

Exhalo

Y es el final de un gemido que no cuaja
Esta conformidad, este silencio
Sentimientos diluidos, suspensión, olvido, presencia
La noche en calma del trópico o yo mismo al fondo de mi expiración mientras medito

Exhalo

Los ruidos no afectan al silencio, la fragancia nerviosa de mi mente no me embriaga
A mi lado está la ansiedad, la incertidumbre, el embrujo de la vida, el sexo
Cerca, pero no se me suben
No me envuelven

Exhalo

Inhalación y exhalación
Inspiración y espiración

Ritmo

Tesis y antítesis
Luz y sombra
Vida y muerte
Latido y vacío
Yo y el mundo

Hasta llegar al punto exacto
de una exhalación.

(Para más información ver el post Pranayama: vivir del aire y de los iones)

Tercer paso en la danza del yogui: asana

Seguimos comentando el Óctuple Sendero del yoga, los 8 pasos en la danza vital que realiza el yogui en el camino hacia su perfeccionamiento.

El tercer paso en la particular danza del yogui es asana, ejercicios físicos que le ayudan a conservar la salud corporal. El hatha yoga o yoga físico consiste en la realización de posturas y ejercicios que dan flexibilidad a los miembros y articulaciones del cuerpo, y riegan con sangre limpia y purificada, a través de una respiración controlada, sus órganos y vísceras. El desarrollo muscular que facilita el yoga debe estar equilibrado, dando oportunidad a que los músculos agonistas y antagonistas se compensen y se desarrollen equilibradamente, no solamente para que se armonicen entre sí, sino también para conseguir posturas estables que puedan mantenerse sin problemas.

Estos son los beneficios que parecen más evidentes del hatha yoga, pero hay muchos más. Beneficios que no son solamente físicos, sino psicológicos y mentales, todos ellos necesarios para avanzar en el sendero del yogui, en su progreso espiritual en busca de paz, de la verdad profunda que surge del interior, y de la belleza que tiene que ver con la unidad y la diversidad simultánea de todas las cosas.


Patanjali dice en los Yoga Sutras sobre asana:
  • "Las características de la postura son firmeza y estabilidad" (YS II.46)
  • "Asana se vuelve firme y cómoda mediante la relajación de la tensión y la conciencia del infinito" (YS II.47)
  • "Una vez que se perfecciona āsana, al yogui no le afectan las situaciones extremas" (YS II.48)
La realización de asanas no se limita a situarse en determinada disposición, es imprescindible la mayor concentración mental posible. Centrar la mente en determinado punto, en una frase o en una respiración concreta es indispensable. El cuerpo no está solo en el cuerpo, sino también en la mente. Por eso las personas amputadas sufren durante mucho tiempo el dolor del miembro fantasma, el dolor en un miembro que ya solo existe en la mente.

Atención, concentración, voluntad y disciplina, control sobre los sentidos, sensibilidad e intuición se desarrollan también con el yoga físico. La moderna psicología ya se ha dado cuenta y lo ha estudiado. Las psicoterapias bioenergéticas utilizan los movimientos físicos para liberar problemas psicológicos reprimidos, un poco como las antiguas danzas rituales, pero en plan más científico.

La psicología también ha estudiado el continuo mente cuerpo con una conclusión importante: lo que se hace con el cuerpo se hace igualmente con la mente, y al contrario. Una mayor flexibilidad corporal mejora nuestra flexibilidad psicológica, nuestra capacidad de integrar y aceptar la realidad. La estabilidad corporal que se desarrolla con el yoga físico, también se convierte en estabilidad mental. Las técnicas psicoterapéuticas de Mindfulness, tan de moda en la actualidad, utiliza sesiones de yoga físico y meditación para disminuir la ansiedad y mejorar las cifras de recaidas en la depresión de aquellos que ya la han sufrido.

Los ocho pasos del yogui no son pasos aislados, ni una escalera que se va subiendo peldaño a peldaño de forma sucesiva. Cada paso interactúa con los demás, cada paso que damos nos conduce a la vía del yogui con todo nuestro ser. Cada paso está concebido para armonizar y facilitar los demás pasos, la totalidad de la tarea que tenemos que llevar a cabo con la finalidad de vivir la exigente y liberadora danza del yogui. Cada paso que damos nos adentra en la profundidad del camino.

Existen cientos de asanas, hasta mil llegan a afirmar algunos a los que les gusta este tipo de estadísticas. Pero 18 o 15 son las asanas fundamentales. Las demás suelen ser variantes más o menos complicadas de estas.  Las esenciales, desde mi punto de vista, son: Sarvangasana, Halasana, Shirsasana, Matyasana, Bhujangasana, Dhanurasana, Paschimottanasana, Vakrasana, Trikonasana, Salabhasana, Padahastasana, Vrikshasana.

Algunas preguntas que solemos hacernos cuando queremos hacer yoga físico es si seremos capaces de practicar posturas tan complicadas que parecen exigir buenas facultades físicas. ¿Seremos capaces? ¿Podremos practicar un número suficiente de asanas? ¿No será al final más perjudicial que beneficiosa la práctica si no la hacemos bien? ¿Nos quedaremos tiesos en alguna postura? ¿Nos servirá para algo lo que podemos hacer?

Hay varios tipos de hatha yoga dentro del yoga clásico, me refiero al yoga y no a algunos inventos modernos en que se mezclan las churras y las meninas.  Por un lado podemos practicar un yoga fuerte, un yoga dinámico que  busca la perfección en la postura, como el asthanga yoga, vinyasa yoga o la técnica de Iyengar.


Otros tipos de yoga hacen hincapié en la duración, la inmovilidad, la atención y la concentración en la postura sin importar mucho hasta donde seamos capaces de llegar. El yoga es para todos,  particularmente para las personas mayores y los que sufren dolencias, o tienen alguna dificultad o discapacidad, que son los que más pueden necesitar sus efectos beneficiosos, y los más dispuestos espiritualmente.

Hay un yoga fuerte para gente joven, deportistas o artistas que necesitan ejercicio físico, musculación y fortaleza; y un yoga suave para los mayores, convalecientes, o que tienen puntualmente o de forma permanente una disfunción, que necesitan volver al equilibrio, la fluidez, y mejorar la armonía y la serenidad que se consigue con una buena interacción cuerpo mente.

Krishnamacharya, quizá el yogui más importante de nuestra época y el maestro de todos los grandes yoguis que han sido los padres del yoga moderno, como Desikachar, su propio hijo, Sri Patthabi Jois, Indra Devi o Iyengar, fue el primero en utilizar el yoga para aliviar enfermedades. Un yoga terapéutico que adaptaba sin prejuicios a las condiciones de las personas que se dirigían a él en busca de ayuda.