Octavo paso: Samadhi

¡Oh, Dios, despeja mis dudas, dame vida, luz y despreocupación! Las noches largas, la luz detrás de la ventana haciéndose de la nada a las 6,15 de la mañana. El piar de los pájaros en la bóveda grandiosa, el espacio infinito, todo ese mundo que se despierta detrás de mi ventana. Nadie les oye, excepto yo en mi soledad temprana, en mi oración y mis dudas, en mi miedo y mi asombro. En la cama, dando vueltas o relajándome, oyendo la voz de Concha en el CD guiando el Antar Mouna.

Dios, estamos en ti y tú haces como si nos dejaras. Dime, ¿tiene entidad todo esto que siento? ¿Tiene consecuencias, razones, sentido? ¿O solo es el fulgor de tu belleza, el rayo cegador de un instante de vida, de magia, de libertad? ¿Estoy condenado por mis pecados, por mis insuficiencias, por mi cobardía al no abandonarme? ¿Por no entender, o mejor dicho, porque entendiendo no soy capaz de aceptarlo? ¿O simplemente es todo una risa, sin sentido, sin nada que comprender, simplemente seguir el ritmo y vivir?

Dios, dime algo. Dame una certeza, señala. Sé que lo haces y oigo lo que me dices. Me dices: ¿estás sordo? ¿no quieres oír?

Pero, ¿y si es un delirio mío tu voz? ¿El delirio de un ser que sufre, que duda, que no es lo suficiente valiente como para aceptar esta incertidumbre, la humildad de aceptarse a sí mismo, a esta persona más incapaz que la propia capacidad que imagina? ¿Cómo lograré acoger este titubeo mío de baboso, este miedo que me descompone el estómago, esta culpa que no tiene remedio, qué comprendiéndola y perdonándome no tiene remedio?

Antar Mouna, yogui, Antar Mouna: piensa en algo desagradable, en algo terrible... Y luego deséchalo, apártalo, déjalo a un lado.

Antar Mouna, como has hecho esta mañana a las seis. Piensa también en algo agradable, algo bueno, algo placentero... Y luego deséchalo, apártalo, déjalo a un lado.

¿Será posible que haya que ser tan fuerte, tan seguro, tan ingrato con la vida, como plantea el Antar Mouna? ¿Es que no nos podemos dejar llevar? ¿Es que no te puedes confiar? ¿O es que es así, y debemos cultivar ese poder y esa serenidad para aceptar y luego apartar lo terrible y lo maravilloso?

¿Es así como se vive libre, independiente pero sin rechazar nada, aceptando, y luego no dejándonos llenar con ello, apartándolo a un ladito, con una sonrisa de no dejarnos engatusar? ¿Es que hay que ser tan maduro, tan sabio, tan ecuánime, tan poderoso? ¿Es que no es mejor dejarse llevar como el Rumi?

Solía ser tímido.
Tú me hiciste cantar.

Solía rechazar cosas en la mesa.
Ahora grito por más vino.

En solemne dignidad,
solía sentarme.

Ahora los niños corren a mi lado
y me hacen muecas.

El camino del amor
no es un argumento sutil.

Su puerta
es la devastación.

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